7.11.2006

Los viajes de Gulliver

Jonathan Swift dejó bien clara la intención que perseguía al escribir la que sería su obra más conocida:

"He reunido material para escribir un tratado que pruebe la falsedad de la definición de animal rationale y demostrar que sólo es rationis capax. Sobre este cimiento de misantropía he erigido mis Viajes de Gulliver" (de Epistolario público y privado, en Ideas para sobrevivir a la conjura de los necios, Península, 2000).

Existe la creencia generalizada de que los Viajes de Gulliver son sólo un libro para niños (aún recuerdo los dibujos de liliputienses y gigantes en la edición infantil que me compraron mis padres), pero, como dice Bolaño, si los adultos hubieran leído realmente a Swift, se lo habrían pensado dos veces antes de permitir que sus niños leyeran esa obra que, al poco tiempo de publicarse, en 1726, ya se había convertido en un clásico. En pleno siglo XVIII, en el cénit de la Edad de la Razón, los Viajes de Gulliver son un dechado de sátira bien pesimista de la que se puede extraer un gran provecho.

Es cierto que el estilo dieciochesco no armoniza bien con las exigencias y costumbres de la demanda literaria en la actualidad. Para leer a Swift hay que sentarse cómodamente, sin prisa, dispuesto a disfrutar de la acidez del relato de viaje, que es en realidad un relato de exilio, de desubicación, más allá de la lejanía de los reinos visitados y las exóticas descripciones de civilizaciones fantásticas. Ya lo afirma el protagonista cada vez que regresa a su casa: a pesar de los peligros y sufrimientos que experimenta en cada viaje, no puede evitar que algo más fuerte que él lo llame de nuevo hacia lo desconocido, la incertidumbre y la búsqueda de lo que no se conoce pero se aguarda sin miedo. Cuanto más lejos, mejor. Y a medida que se van sucediendo los viajes y las aventuras, mayor es la decepción de Gulliver hacia el género humano, esa especie salvaje que se cree dueña del mundo cuando apenas alcanza a mostrar un mínimo de disposición racional. El orgullo es el peor vicio, sentencia Swift, y al acabar el libro es imposible no darle la razón.

Aunque la misantropía de Gulliver resulta al final algo paranoica (no olvidemos que el escritor irlandés fue declarado mentalmente incapacitado y murió demente), está tan bien argumentada y presenta una lógica tan implacable que hay que ponerse de su parte. Ahí se desencadena el mecanismo mediante el cual los Viajes de Gulliver actúan sobre el lector como un ejercicio de crítica y un tratado de cuestionamiento. Gracias al recurso de la comparación, utilizado de una forma práctica y clara como no podía ser de otro modo en un escritor británico del siglo XVIII, la novela muestra cómo las costumbres aceptadas, desde el momento en que nos esforzamos por sacarlas un poco de su contexto, se convierten en actos ya vergonzosos, ya absurdos, ya, cuando menos, discutibles. El ejercicio de discernimiento, tan básico en la Ilustración y tan olvidado y maltratado hoy en día, es algo que cada lector debería esforzarse en no perder nunca de vista (como una ética personal de lectura), y en este sentido los Viajes de Gulliver es una obra de consulta obligatoria que los adultos necesitan más que los niños, y que responde por sí misma a la famosa pregunta de Calvino: "¿Por qué leer los clásicos?".

3 comentarios:

  1. Recientemente he acabado la lectura de Los viajes de Gulliver, y en efecto creo que no es una novela para niños, o por lo menos, no es una novela infantil, sobretodo el capítulo cuarto, y aun más la última parte, la cual me parece muy dura, y cuesta ya no sólo entender qué es realmente lo que critica Swift, en boca de Gulliver, sino que es una gran bofetada a los humanos. Hay un doble viaje, el del personaje, y el propio de la novela, que comienza con hechos singulares, con momentos muy divertidos, por ejemplo cuando Gulliver orina sobre la reina, para acabar con una brutal desesperación, donde el personaje ni siquiera puede besar a su mujer, no permite que su familia se siente a comer con él, o antes de ponerse la ropa que el capitán Pedro le ofrece, la airea durante 24 horas. Creo que es muy punzante.
    El libro, contiene, no sólo una crítica terrible contra la hipocresía y el aturdimiento del humano, sino una modernidad y actualidad a pabullantes, que nos deprime aún más, porque en todos estos siglos no hemos avanzado nada. Cuando Gulliver habla del colonialismo, de invadir las tierras de estos caballos inteligentes, uno no deja de ver las invasiones actuales de las grandes potencias en busca de petroleo. Hay algo en Swift de terrorista, porque clava su sable en la conciencia humana con una sencillez totalmente profunda, y lo hace apoyandose con algo que nunca falla, la imaginación, la fantasia. HAy momentos en los que uno duda y cree inverosímil que estos caballos inteligentes hagan todo cuanto dice gulliver que hacen, pero al final eso no importa, porque es una gran metáfora que saca a relucir más nuestra gran icompetencia en el dominio de nosotros mismos, a nivel social y a nivel personal. Es una gran obra literaria, pero a la vez es una gran signo de lucidez por parte de un humano, lo cual indica aún más la paradoja de nuestra especie. ¿cómo alguien, un yahoo, puede acabar inventando algo tan critico para consigo mismo? Porque me viene que los últimos párrafos del libro son incluso una autocrítica, y no puedo dejar de sentir pesadumbre. Swift no deja de ser, a su vez, uno de esos humanos que huelen mal, y que no son racionales, aunque tengan un atisbo de racionalidad. Impresionante. Los niños tal vez sólo puedan aproximarse a los dos primeros, e incluso al tercero, d elos viajes, pero creo que el último capítulo es totalmente ajeno a su mundo, porque aquí la inocencia ya se ha perdido, la imaginación de Swift se convierte en un duro golpe a todos los que habíamos venido disfrutando del libro. Como él dice, no ha escrito el libro para divertir, sino para informar.

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  2. GULLIVER ES EL MEJOR LIBRO QUE E DE HABER LEIDO Y LOS OTROS SON COSAS IMVENTADAS ENCAMBIO EL ESCRIBE CON LA VERDAD Y EL MENSAJE QUE ME HISO LLEGAR ME LLENO DE ESPERANSA PARA SUPERAR CADA DIA LA DESIGUALDAD DE LOS SUPERIORES

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