6.26.2006

Brighton Rock

Esta novela de Graham Greene, escrita en 1938, debe su título, según las palabras de editor, a cierto caramelo de barra muy típico en Inglaterra. La palabra "Brighton" aparece en los dos extremos de la barra, que seguramente será dura. Quizá Greene quiso evocar de esta manera el ambiente de pre-guerra de la ciudad inglesa que se describe en el libro, una ciudad donde a las chicas de los barrios obreros les parece increíble conocer a un chico que pueda permitirse invitarlas a tomar algo.

El descubrimiento de esta novela de Graham Greene vino propiciado por una época de vacas flacas en mi biblioteca. No quedaba más remedio que leer Brighton Rock, porque aún no estoy dispuesta a acabarme Los hermanos Karamazov. Se trata de una novela no muy larga y bastante rápida, con lo cual la lectura resulta agradecida y básicamente se apoya en las interacciones entre sus tres personajes principales, que van configurando una historia trazada a base de mentiras, crímenes e intentos deseperados por salvar unas vidas que, están convencidos, en realidad no valen mucho. Pinkie es el más peligroso, un asesino católico abocado al mal, quizá con el único empeño de convertirse en alguien respetado y no tener que ponerse rojo de ira cada vez que el empleado de turno lo trata sin miramientos. No le importa cuánto cueste conseguirlo, ni el riesgo que corre de morir en el intento: la muerte, en todo caso, siempre será más fácil que la vida.

Rose es todo lo contrario, quizá por eso se enamora de Pinkie nada más conocerlo. Tiene dieciséis años y una fe inquebrantable que está dispuesta a dejar de lado para entregarse a un chico que, en realidad, siente asco cada vez que tiene que besarla. A Rose no le preocupa ni la condena eterna ni los crímenes de Pinkie, ella se aferra desesperadamente al único ser en el que ha creído encontrar lo más parecido al amor.

Ida es la tercera en discordia, una mujer de busto generoso y gran poder de convicción que decide por su cuenta salvar a Rose y castigar a Pimkie después del asesinato de su amigo Fred. Así, comienza una cruzada por toda la ciudad para cambiar el destino de la pareja, y es en esta búsqueda por los bajos fondos de Brighton donde aparece lo mejor del escritor inglés. Greene tiene muy buen sentido del tiempo y toda la novela se forja a ritmo de una persecución hacia el encuentro final entre los tres personajes que, sabemos, desencadenará un desenlace basado en el principio de Greene según el cual un católico es más proclive al mal que cualquier otra persona. El escritor desarrolla aquí, una vez más, esa combinación pérfida que tanta popularidad le dio en vida: el thriller y la obsesión por la maldad y el pecado.

Así, la novela no tiene ambigüedades sino contrastes fuertes, porque a Greene no le interesa ser sutil sino mostrar con crudeza la ambición trágica alimentada por una educación católica. Y en esa declaración de intenciones sin equívocos reside también la calidad de la escritura de Brighton Rock, una novela ideal para una época de vacas flacas en la biblioteca.

6.11.2006

Plata quemada

Ésta es quizá la novela de Piglia más dura, más trepidante y menos reflexiva en apariencia, por ello, al alejarse de las pausadas líneas que trazan las obsesiones y los temas preferidos del escritor argentino, la novela se acerca a la gran masa de lectores amantes de las novelas de intriga, ésas que no se pueden dejar y que mantienen el alma en vilo hasta que se terminan. Aunque se sepa el final, da lo mismo, puesto que en realidad eso no es lo más importante, y bien lo demostró Gabriel García Márquez en Crónica de una muerte anunciada. Para escribir Plata quemada, Piglia tuvo acceso a los archivos judiciales del caso en que está fielmente basada la novela: declaraciones de la policía, los testigos, las familias, los delincuentes, etc. De hecho, el texto está plagado de referencias a las perspectivas complementarias, y a veces opuestas, que muestran dos partes o personas distintas de un mismo hecho, un indicio, una pista. El caso conmovió a toda Argentina y Uruguay, y aún hoy se recuerda. En 1965, un grupo de argentinos con un largo historial delictivo y adictos a todo tipo de drogas, consigue llevarse la mayor cantidad de plata robada nunca en el país, a pleno día y en plena calle. La historia de la preparación del asalto y, sobre todo, la captura de los delincuentes, que fue larguísima y tan dramática que no parece real, es el relato de Plata quemada. Y es que las crónicas de sucesos siempre fueron una gran fuente de inspiración para la literatura, ahí está Rojo y negro, A sangre fría y tantos otros.

La crudeza con que está relatada ésta que es la novela más famosa de Piglia constituye una de sus mejores bazas: no hay concesiones al lector y, muchas veces, eso supone el riesgo de herir su sensibilidad sin previo aviso, con lo cual, la novela contiene varios pasajes verdaderamente duros, sobre todo en los momentos que Piglia escoge para mostrar las voces de los delincuentes: el Nene Briones, el Gaucho Dorda, Mereles... Las personalidades de estos tres están tan sobriamente trazadas que a veces dan escalofríos, sobre todo porque la tendencia inevitable del lector es siempre hacia la empatía, la identificación. Muchas veces, una lectura placentera implica compartir cuanto más mejor con un personaje, un narrador, poder ponerse en su piel y experimentar a través de él. Pero aquí Piglia nos tiende una trampa, porque el Nene Briones o el Gaucho Dorda son hombres objetivamente repugnantes, pero al mismo tiempo, mientras el lector (y el autor también, estoy segura) los conoce y los va siguiendo, no puede evitar preguntarse por qué, por qué son así...seguro que debe de haber razones bien gordas que expliquen su comportamiento, que cualquiera podría calificar al primer vistazo de “degenerado”. Pero una vez se profundiza un poco y se supera ese primer vistazo, nos preguntamos con inquietud de quién es la culpa si es que hay algún culpable, y si no, cómo podemos tolerar la idea de que no es tan difícil ni tan extraño encontrar personas sin el bien social más básico que muchas veces no deberíamos dar tan por supuesto: la moral.