1.22.2006

Estrella distante

Sigo con Bolaño, en este caso con el Bolaño precursor de sus dos grandes novelas, Los detectives salvajes y 2666. En su afán por interrelacionar obras y personajes, lo cual llega a entusiasmar a muchos de sus lectores, aunque sólo sea por el placer de descubrir paralelismos y conexiones ya secretas, ya evidentes, a medida que leemos las diferentes novelas que componen la obra de Bolaño, Estrella distante (Anagrama, 1996) enlaza con el último capítulo de La literatura nazi en América mediante un nexo que queda establecido desde el principio con estas líneas:

"En el último capítulo de mi novela La literatura nazi en América se narraba tal vez demasiado esquemáticamente (no pasaba de las veinte páginas) la historia del teniente Ramírez Hoffman, de la FACH. Esta historia me la contó mi compatriota Arturo B, veterano de las guerras floridas y suicida en África, quien no quedó satisfecho del resultado final. El último capítulo de La literatura nazi servía como contrapunto, acaso como anticlímax del grotesco literario que lo precedía, y Arturo deseaba una historia más larga, no espejo ni explosión de otras historias sino espejo y explosión en sí misma. Así pues, nos encerramos durante un mes y medio en mi casa de Blanes y con el último capítulo en mano y al dictado de sus sueños y pesadillas compusimos la novela que el lector tiene ahora ante sí. Mi función se redujo a preparar bebidas, consultar algunos libros, y discutir, con él y con el fantasma cada día más vivo de Pierre Menard, la validez de muchos párrafos repetidos."

Arturo B, Arturo Belano, el protagonista de Los detectives salvajes es, pues, el narrador de esta historia, compuesta según lo dicho aquí arriba al dictado de sus propios sueños y pesadillas. No al dictado literal, en todo caso, cuyo resultado, creo, sería formalmente más parecido a Amberes que a la novela que nos ocupa aquí. No es éste un texto onírico o irreal, enrevesado o ilógico. Muy al contrario, la estructura de Estrella distante se nos aparece espléndida, y revela una historia en la mejor línea del Bolaño más conocido, más celebrado, que presta su voz a este alterónimo Arturo Belano, escritor chileno que malvive en Barcelona y se ve forzado a recordar a un hombre que conoció en 1972, antes del golpe militar, cuando acudía a los talleres literarios de la Universidad con otros poetas jóvenes. El hombre que recuerda era frío y brillante, de ojos como prestados, y estaba siempre por encima del resto de jóvenes que escribían poemas y soñaban con un futuro en clave marxista. Este hombre, Alberto Ruiz-Tagle o Carlos Wieder, es el centro alrededor del cual se desarrolla la novela: todos lo buscan, lo recuerdan de uno u otro modo, se preguntan quién fue, qué quiso, dónde está. Por qué hizo lo que hizo. Bolaño describe la historia de una estética que quiso revolucionar la poesía, más allá de toda moral, y para ello recurre (sí, también) al género clásico de la novela negra: hay un misterio y debe resolverse cuanto antes. Ésa es la base del ritmo, que crece o decrece según su voluntad. En medio, cabe de todo: cartas que no se contestan, personajes que dejan su profunda mirada un instante y luego desaparecen, muerte, horror, y por encima de todo, arte concebido como una forma de vida más allá de cualquier otra cosa.

En este sentido, Estrella distante es un reencuentro con el Bolaño de siempre, el más fácilmente reconocible, el dueño de esa voz que atrapa y agita porque está viva y tiene tanta fuerza que es imposible escapar a su influjo. Pero no más que eso. No hay que buscar otras voces, otras sorpresas, otros caminos... sólo la cadencia que ya nos es tan familiar (¿por eso los "párrafos repetidos" del texto introductorio?), porque ya no es posible olvidarse de Los detectives salvajes ni de 2666.

1.10.2006

Amberes

"Escribí este libro para mí mismo, y ni de eso estoy muy seguro. Durante mucho tiempo sólo fueron páginas sueltas que releía y tal vez corregía convencido de que no tenía tiempo. ¿Pero tiempo para qué? Era incapaz de explicarlo con precisión. Escribí este libro para los fantasmas, que son los únicos que tienen tiempo porque están fuera del tiempo (...)"

Bajo el título "Anarquía total: veintidós años después", así empieza Roberto Bolaño el prefacio a Amberes (Anagrama, 2002). De este modo, el lector queda avisado desde el principio de que éste no es un libro del tipo al que nos tiene acostumbrados Bolaño, y a medida que pasan las páginas, se da cuenta efectivamente de que no lo es. Amberes resulta al final una sucesión de fragmentos enloquecidos, imágenes oníricas con un fuerte contenido emocional y sexual, obsesiones situadas en la carretera que va de Castelldefels a Barcelona. Las escenas no siguen ningún hilo lógico o narrativo, son breves como destellos y sólo ahí reside su fuerza, la posibilidad de transmitir tantas emociones en tan pocas líneas. De otro modo, con la presencia de un hilo lineal impuesto por el desarrollo de las escenas hacia textos más largos y estructurados, la carga emocional tendría que disminuir su intensidad en función de la sostenibilidad de la obra. Así, Amberes debe leerse como una demostración de fuerza muy íntima en realidad, una voluntad de echar afuera los miedos y ascos y recuerdos envenenados mediante una prosa casi poética pero bien contundente. En este sentido, se trata de un libro para el lector curioso, atrapado por la figura tan atractiva de Bolaño y que, cautivado por las historias que se cuentan en Los detectives salvajes o 2666, desee hurgar un poco, ir más allá pero de otra manera.

Todo escritor tiene sus fantasmas, que siempre lo acompañan, a veces lo aterran y otras le dan una fuerza que nunca encontraría en otro lado, y los de Bolaño se pasean a sus anchas por Amberes. Qué distintas son estas voces de aquellas que ganaban concursos en Llamadas telefónicas, por ejemplo. Éstas son apenas susurros o aullidos, lamentos sórdidos y miserables de un policía, una chica siempre demasiado joven, un jorobadito mexicano, un escritor extranjero (¿el propio Bolaño?). Las voces de estas figuras que aparecen y desaparecen sin avisar a lo largo de los fragmentos son lo único que da unidad al texto. Y poco más: el escenario, la atmósfera onírica y marginal...el Bolaño más oscuro está aquí, congelado fuera del tiempo, como señala en su prefacio. Contemplarlo, y sobre todo sumergirse en su pesadilla no es tarea fácil ni agradable. Quedan avisados.

1.06.2006

Sobre héroes y tumbas

No es fácil escribir acerca de esta novela aquí, porque cualquier trabajo de síntesis objetiva por mi parte resultará, francamente, incompleto e inexacto. Así, pues, voy a tratar de ceñirme al relato de mis impresiones tras la lectura de esta segunda parte de la trilogía novelística de Ernesto Sábato -que empieza con El túnel y acaba con Abbadón, el exterminador-. Sobre héroes y tumbas se publicó en 1961 en Buenos Aires, ciudad que asoma latiendo en cada página, en cada escena, y se impone en nuestra visión de lectores, se yergue desafiante por mucho que nunca hayamos estado allí. La ciudad profunda aparece en todas sus dimensiones, desde los miradores al alcantarillado, como pieza clave donde se desenvuelven las ansias de los personajes. La ciudad en un aquí y ahora, coordenadas con que estos personajes se sitúan en el mundo en circunstancias determinadas. Sábato no elude el peronismo, las diferencias sociales, el subte, los viejos de los parques... muy al contrario, utiliza todos estos elementos y los absorbe para lograr un testimonio integral: la realidad de Buenos Aires en los años 60 fundida con un espacio de sueño, delirio, pesadillas universales y atemporales que acechan cada noche en una piecita, en un caserón abandonado. En esa fusión reside uno de los aspectos de la grandeza de esta novela.

A partir de la ciudad, Sábato habla de la argentinidad como sentimiento, esa nostalgia permanente de haber perdido lo que nunca se llegó a tener, una sensación que cada personaje desarrolla a su manera para mostrar o intentar ocultar sus carencias, sus miedos, sus frustraciones. De ahí el sarcasmo, la violencia, el doble juego que nos lleva a uno de los motivos de la novela: la máscara.

"siempre es terrible ver a un hombre que se cree absoluta y seguramente solo, pues hay en él algo de trágico, quizá hasta de sagrado, y a la vez de horrendo y vergonzoso"

Sábato se pregunta qué máscara nos queda cuando estamos en soledad, ante nuestra conciencia, enfrentados a un yo que, como en el caso de Fernando Vidal, uno de los personajes clave de la novela y artífice del "Informe sobre ciegos" (parte III de Sobre héroes y tumbas), puede deformarse y metamorfosearse continuamente. O como Alejandra, la otra gran protagonista, atormentada por fuerzas extrañas, oscuras, destructivas contra las que a veces no es posible ni siquiera luchar. Fernando y Alejandra desarrollan a lo largo de la novela una relación cuya evolución y complejidad el lector no puede más que intuir, y ahí residen su fuerza y su tragedia, su atracción. Un padre y una hija con un pasado oscuro, que se odian hasta la muerte, se aman hasta el incesto, se destruyem mediante un fuego purificador... y todo ello narrado por la velada emoción de Bruno, las impresiones entrecortadas de Martín, las palabras desgarradoras de Alejandra y la obsesión por los ciegos de Fernando, que es la esencia de la novela y que se condensa en frase como ésta:

"La noche, la infancia, las tinieblas, el terror y la sangre, sangre, carne y sangre, los sueños, abismos, abismos insondables, soledad soledad soledad, tocamos pero estamos a distancias inconmesurables, tocamos pero estamos solos".

Sobre héroes y tumbas es una novela conmovedora y trágica. Lo que se propone Sábato, y lo consigue con creces, es sacudir y despertar al lector, de modo que éste, al acabar la lectura, ya no sea el mismo, igual que el escritor no lo fue al acabar de escribir. Pero lo más emocionante y admirable de la narración es que logra superar la maldición latente de la resignación, y aunque la felicidad absoluta no existe, como nos hacían creer de chicos, sí es posible apreciar y disfrutar las pequeñas felicidades, las que narra Hortensia Paz, esos frágiles y fugaces momentos de amor o de éxtasis que el arte es capaz de eternizar. Y ésta es la única felicidad que existe en medio del perpetuo desencuentro que es la vida. Así, Ernesto Sábato cumple lo que él mismo definió como "novela profunda":

"Una novela profunda surge frente a situaciones límite de la existencia, dolorosas encrucijadas en que intuimos la insoslayable presencia de la muerte. En medio de un temblor existencial, la obra es nuestro intento, jamás del todo logrado, por reconquistar la unidad inefable de la vida"

(de Antes del Fin)