4.21.2006

Prosa completa de Alejandra Pizarnik

La recopilación que la Editorial Lumen ha hecho de todo aquello catalogado como "prosa" de Alejandra Pizarnik resulta, desde bien al principio, bastante caótico, lo cual, unido a la ausencia de pistas o guías para el lector despistado, provoca una tendencia al aburrimiento, cuando menos, o al enojo, cuando más, a medida que pasan las páginas de este libro. No son muchas, apenas trescientas, pero se hacen largas porque cuesta acercarse a ellas de verdad y disfrutarlas. Es cierto que Alejandra Pizarnik no es una autora fácil de comprender (y menos mientras se mantenga en su pedestal de escritora re-bajón), pero también lo es que, en estos casos, la edición de algo tan general como una "prosa completa" debe cuidar mucho la aproximación del lector a la heterogeneidad de los textos para que éstos no resulten tan confusos . Y creo que, en esta edición, Ana Nuño, a cargo de la misma, no lo ha logrado.

Mediante una ordenación cronológica del material literario, la prosa de Alejandra Pizarnik ofrece textos poco conocidos y sumidos hasta ahora en un olvido casi absoluto. Bajo el título general de "relatos" se clasifican textos de muy distinta procedencia y naturaleza, la mayoría de ellos de cariz poético o cercanos a lo que podría ser un diario personal, como la serie que refleja las impresiones de Pizarnik en España. Los textos pertenecientes al apartado "humor" son tremendamente eróticos, cortos y despiertos, todo lo contrario que los agrupados como "teatro", que a través del cuestionamiento continuo del lenguaje como medio de comunicación, buscan una trascendencia a veces demasiado seria o cargante. Creo que no me llegan a gustar por el tono afectado, elevado y monocorde que en ningún momento baja a rescatar al lector perdido ni cómplice, al lector atascado en la absurdidad de las palabras. A veces el tormento de Pizarnik se arriesga a asfixiar el propio texto, deja de respirar y progresar para dar vueltas sobre sí mismo alrededor de una imagen, una palabra. Pero también es cierto que este tratamiento del texto en prosa es lo que proyecta una absoluta coherencia entre la poesía de Pizarnik y esta prosa recién recopilada. Ana Nuño habla de "correspondencias múltiples" entre ambos géneros, y en la prosa incluye la ensayística, fundada en los textos de crítica literaria que la autora argentina escribió para varias revistas y que fueron los más difíciles de rescatar. Estos textos críticos son, a mi juicio, lo más interesante de la recopilación prosística, por el tono nostálgico y poético con que se aproximan a las obras literarias de otros autores, en su mayoría argentinos. Pizarnik habla de Bustos Domecq o de Lautréamont (uruguayo, no se olvide) siempre desde su punto de vista de creadora; en este sentido, las críticas contienen un impresionismo subjetivo que nunca pretende ocultarse y en el cual, precisamente, reside su gran interés. La poesía es, en último término, la razón por la que Pizarnik escribe lo que sea, pero cuando aplica su visión del mundo a las obras literarias de otros, el texto resulta abierto y respira, hay una voluntad de diálogo e interacción que se niega en otros textos y que provoca algún que otro instante de lo que busca Alejandra Pizarnik continuamente, y que dejó tan bien sentenciado en el poema siguiente:

Ojalá pudiera vivir solamente en éxtasis, haciendo el cuerpo del poema con mi cuerpo, rescatando cada frase con mis días y con mis semanas, infundiéndole al poema mi soplo a medida que cada letra de cada palabra haya sido sacrificada en las ceremonias del vivir.