7.16.2006

El escritor fantasma

Me he acercado a esta mi primera novela de Philip Roth con curiosidad y expectación, atraída por los repetidos comentarios que califican al escritor norteamericano de firme candidato al Premio Nobel, aunque es verdad que eso no tiene por qué significar que me vaya a gustar. En todo caso, quería sobre todo saber cómo eran los libros de este representante de la llamada "escuela judía americana", de la cual confieso no tener apenas conocimiento, y tampoco aspiro a tenerlo en tanto que grupo. Las etiquetas literarias, especialmente aquellas que se imponen a escritores u obras contemporáneas con intención de relacionarlos, suelen tener hoy en día un carácter comercial, y un significado casi vacío. Del mismo modo que odio la literatura feminista o la poesía social como agrupación forzada de autores y obras que muchas veces poco tienen que ver entre sí, o al contrario, son copias exactas unas de otras y entonces ya no son literatura, lo de "escuela judía" me molestaba siempre que he intentado acercarme a Philip Roth.

Y, sin embargo, es verdad que en El escritor fantasma (1979) los personajes principales, sus anécdotas, sus circunstancias exteriores, digamos, son judías. Desde el principio, al empezar a escuchar la voz del narrador y protagonista, el incipiente escritor Nathan Zuckerman, accedemos a una comunidad y una forma de vivir, o relacionarse, o contemplar el mundo, donde la palabra "judío" aparece insistentemente, tanto que acaba por repetirse. Y, sin embargo, nada es realmente tan distinto o idiosincrático como podría esperarse, por fortuna para el lector, y creo que por eso Roth tiene seguidores tan heterogéneos. Los conflictos entre padres e hijos, los arrebatos de lujuria de un joven que pretende que lo tomen en serio, el cansancio de una mujer que lleva años soportando a un marido que ni siquiera la toca... todo eso está por encima de cualquier escuela y etiqueta, y es lo que realmente construye y da sentido a la novela.

Sin embargo, la historia se desarrolla de forma bastante irregular. Las cuatro partes en que se divide El escritor fantasma son, a mi juicio, demasiado abruptas como para que la narración fluya y adquiera un ritmo regular y constante. La primera parte, que nos presenta el encuentro entre Zuckerman y su maestro Lonoff, escritor retirado y excéntrico que se comporta de un modo inexplicablemente respetuoso y encantador con el joven, a pesar de que éste sólo ha publicado cuatro relatos cortos y demuestra una capacidad de expresión y originalidad no excesivamente admirable, resulta ardua y lenta, y la comunicación en ocasiones me parece poco creíble y algo forzada. Es como si todo llevara una máscara de cartón, incluidos los muebles de la vetusta casa de la campo, así como la utilización de una parte del relato de Henry James, The Middle Years, como juego de...¿intertextualidad? No me queda claro por qué Roth mete con calzador en su novela una escena entera del relato. Si se trata de establecer un paralelismo entre la relación maestro-alumno que aparece en ambas obras, creo que resulta algo exagerada y bastante coja.

A pesar de todo, esta sensación desaparece en la segunda parte, que por desgracia empieza casi en la mitad de la novela, para mostrarnos la cara más divertida y verosímil de Zuckerman, una vez que Lonoff y él se despiden por la noche. Ahí el joven deja de rayar en lo pedante y empieza a compartir con el lector, haciendo gala de una gran frescura, sus preocupaciones y anhelos, y a continuación sus fantasías sexuales inspiradas en una joven que se parece a Anne Frank. El desenlace es corto, efectivo y está bien narrado, pero no logra diluir esa sensación de irregularidad que acompaña la lectura de El escritor fantasma. Aun así, pienso que vale la pena seguir leyendo a Roth, aunque sólo sea para saber si todo ha sido una impresión pasajera o algo más serio.

4 comentarios:

  1. El esritor fantasma, recientemente retraducida como La visita al maestro es una de las primeras obras protagonizadas por Zuckerman, y en ese sentido tu observación de que la relación maestro-alumno es exagerada es cierta. No coincido en que sea coja, ya que es en esa exageración, que culmina con la resurrección literaria de Ana Frank, donde Roth se desenvuelve mejor. Otras historias de Zuckerman y, sobre todo, El lamento de Portnoy y El teatro de Sabbath te darán medida de esa exageración.
    No abandones por ahber empezado por una de sus obras más flojas, en comparación con el resto de su producción. Roth merece ser leido.
    Un saludo, Blanca.

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  2. Gracias, Portnoy, por tus ánimos. Te haré caso y en cuanto pueda probaré de nuevo fortuna con otra novela mejor de Philip Roth.

    No digo que quede coja la relación maestro-alumno, sino la introducción de una escena entera de Henry James en la novela. La relación sólo me ha parecido desproporcionada, para utilizar una palabra tan común en estos días al hablar de Israel. Y si para entender esta desproporción he de leer otros libros que continúan el rastro de Zuckerman, no me parece muy elegante por parte de Roth. Pero lo haré, descuida. Un saludo

    Blanca

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  3. Hola!

    Me pongo en contacto para conocer dónde puedo encontrar esta novela,ya que no está en stock en ninguna de mis librerías de confianza...quizás me quieran mal,:)

    Un saludo y enhorabuena por la reseña!

    www.mentes-inquietas.es

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  4. Pues la verdad, no tengo ni idea...¿has probado a pedirla como La visita al maestro? Según Portnoy, la tradujeron así pro última vez.

    Saludos,

    Blanca

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