4.12.2007

El Cuaderno Gris

Después de una minuciosa relectura de esta obra tan sigilosa pero tan importante en la literatura catalana, puedo afirmar categóricamente que Josep Pla me parece el mejor autor contemporáneo en esta lengua. Esto que, quizá, en principio no impresione mucho, resulta como mínimo notable si nos molestamos en echar una rápida ojeada a la situación de la literatura catalana durante el sigo XX: la figura de Pla se yergue como brillante guía en medio de un panorama desolador. En efecto, después de una escasísima producción narrativa desde el Renacimiento al Romanticismo, en el siglo XIX se instauró en Cataluña un noucentisme empeñado en confundir literatura con preciosismo. El equívoco se mantuvo durante muchos años tanto en narrativa como en poesía, en detrimento de la ya de por sí ridícula credibilidad que la literatura catalana tenía en aquel entonces. Pla fue el primero, o por lo menos el único que de verdad consiguió entonces (y entramos ya en la primera mitad del siglo XX) despojar a la lengua literaria de sus pesados fardos, y crear así una prosa natural, inteligente, aguda y exacta, que exhibe con genial sencillez en El Cuaderno Gris (publicado en español por Destino, 1997).

Escrito entre 1918 y 1919, cuando el autor contaba veintipocos años, este dietario supone un continuo y exigente ejercicio de reflexión sobre la escritura y la vida, indisolublemente unidas pero difícilmente conciliables para un joven que está acabando los estudios de Derecho y no tiene la más mínima idea de cómo va a ganarse la vida sin dejar de escribir. Así, Josep Pla vuelca en la reflexión diaria, con una devoción extraordinaria, no sólo sus miedos y sentimientos más subjetivos, sino también la descripción perfecta de su entorno cotidiano. Estos ejercicios descriptivos albergan desde el paisaje ampurdanés que lo vio nacer hasta los bajos fondos barceloneses, desde el pescador que pasa horas contemplando el mar sin saber por qué hasta la pose teatral de Eugeni D’Ors hablando de la nimiedad más absoluta. Pla fue, básicamente, un hombre tímido que utilizó la curiosidad y la ironía como armas fundamentales de socialización, lo cual le proporcionó unas magníficas claves para acceder a los rasgos de su tiempo, profundizar en ellos, comprenderlos y explicarlos. Y así, escribe sobre el afán lúdico y conservador de los campesinos de Palaflugell, la situación de la enseñanza universitaria española, la mezcla de deseo y desdén que siente hacia las mujeres, las dificultades económicas de su familia o las suyas propias para pulir una lengua literaria torpe y misérrima y poderla utilizar como medio de expresión de ideas, como forma indisoluble con el fondo, transparente y constructiva.

El Cuaderno Gris es, por tanto, una lectura de la experiencia personalísima y la sensibilidad más que pudorosa de un autor que alcanzó como nadie la cumbre de la sencillez elegante y la pulcritud narrativa en lengua catalana. Pla nos invita, como lectores, a observar impecablemente, con respeto, humildad y un delicioso sentido del humor, la sociedad de su tiempo (que en la mayoría de ocasiones difiere poco de la sociedad de nuestro tiempo) y el papel que la literatura puede y debe adoptar en ésta. Así, El Cuaderno Gris se convierte, desde la primera página, en un ejercicio personal de observación y reflexión críticas, una maravillosa herramienta de pensamiento.