Esta novela, publicada en nueve volúmenes durante la segunda mitad del siglo XVIII, representa el punto clave a partir del cual se desarrolló la novela contemporánea en lengua inglesa tal y como la concebimos hoy en día. Si en Francia fue Rabelais y en España Cervantes los que cumplieron con este cometido, el clérigo Laurence Sterne, un irlandés con muchos problemas de salud y un matrimonio desgraciado, se encargó de emplear, entre otras, la mejor tradición de la literatura paródica inglesa (las shaggy-gog stories, aunque los personajes de Tristram Shandy afirman que se encuentran en una cock-and-bull story, una patraña, más o menos), para crear una novela tremendamente avanzada a su tiempo.
En el siglo XVIII brillaba la filosofía de las luces, el Neoclasicismo optimista que confiaba en el poder ilimitado del ser humano para cambiar el mundo a mejor. Sterne va un paso más allá de las teorías de Locke o Pascal, sin perderlos nunca de vista, así como tampoco a Swift, para presentarnos una novela basada en el juego de espejos y la paradoja como fuentes de investigación vital. Y, claro está, el humor por encima de todo, que tiene un papel equivalente al del narrador omnisciente en la narrativa naturalista, por poner un ejemplo. Para empezar, ¿qué podemos pensar de un libro cuyo título no se corresponde en absoluto con el contenido? Tristram Shandy no nace sino en el Libro IV, y apenas conocemos nada acerca de su vida y opiniones durante la narración. Otro ejemplo: su padre está tan ocupado leyendo libros sobre la paternidad que apenas tiene tiempo para estar con su hijo. Aun así, sus imposibles teorías sobre narices, o su carácter displicente pero franco y generoso constituyen dos puntos sobre los que se sostiene la novela. Ya que no existe ninguna trama o sucesión lógica de acontecimientos, lo que nos guía a través del relato son los personajes: Walter Shandy, el padre, su hermano Toby, el cabo Trim o el clérigo Yorick. Todos ellos son presentados y desarrollados mediante diálogos, peleas, convicciones y miedos. Es fantástico el modo en que Sterne caracteriza a sus personajes para acabar convenciéndonos de que todos, en la literatura y fuera de ella, somos incognoscibles. Esto, en el siglo XVIII, y sin dejar de recurrir al humor, el ingenio y el descaro soez, resulta tan extraordinario que sólo con el paso de los siglos, como suele suceder en estos casos, se ha podido realmente valorar.
El autor irlandés va tejiendo una tela de araña a lo largo de la novela, y a pesar de que va avisando continuamente al lector de que no debe caer en ella, al final éste se encuentra enmarañado sin remedio. Ésa es, quizá, su grandeza: ser consciente de la falacia pero sumergirse en ella por propia voluntad. Todo arte es artificio, pero no hay nada más real para reflejar la fluctuación de los impulsos del pensamiento y los sentimientos, que tanto fascinaban a Sterne. Es posible que en la escritura, que comenzó a practicar de forma tardía, encontrara un modo de mantener a raya la locura que tan de cerca conoció: su mujer se creía temporalmente la reina de Bohemia, y en la novela aparece una y otra vez una historia acerca del rey de Bohemia, que el cabo Trim nunca puede llegar a explicar. Una vez más, el juego de espejos como eje de la narrativa.
Y así, el humor sería también un arma indestructible, pues nos permite alejarnos de las cosas horribles y seguir viviendo, sobre todo si utilizamos precisamente esas cosas horribles para reírnos de ellas. En Tristram Shandy, los personajes aplican continuamente esta máxima y parece que no les va mal. Saben, eso sí, qué tipo de humor utilizar. Sterne no resulta nunca cruel, a pesar de sus escandalosas obscenidades que ni siquiera debieron ser tan grandes en la época; de lo contrario, la novela no habría gozado de tanto éxito entre el público (éxito, por otra parte, que los críticos vaticinaron como muy efímero). Su humor es valiente e ingenioso -los ingleses siempre fueron tan buenos para eso-, pero nunca cruel. Con él, con sus personajes tan reales y absurdos al mismo tiempo, con su mezcla constante de lo profano y lo sagrado, Sterne nos da una lección sobre optimismo y escepticismo, y cómo conjugarlos para seguir viviendo.
muchas gracias por el texto, me estoy acercando a sterne y me parece hasta ahora elogiable su capacidad de ver en lo propio algo que me identifica en lo personal, la forma menos tragica de salir de lo difucultoso a traves del humor.
ResponderEliminarOwana Chiang
Gran definición de Sterne, y sobretodo de Tristam Shandy, donde las alla.
ResponderEliminarGracias x dejar estos escritoos!! ;)
busco algo mas concreto y esto no me an dado ganas ni de leer
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