6.11.2006

Plata quemada

Ésta es quizá la novela de Piglia más dura, más trepidante y menos reflexiva en apariencia, por ello, al alejarse de las pausadas líneas que trazan las obsesiones y los temas preferidos del escritor argentino, la novela se acerca a la gran masa de lectores amantes de las novelas de intriga, ésas que no se pueden dejar y que mantienen el alma en vilo hasta que se terminan. Aunque se sepa el final, da lo mismo, puesto que en realidad eso no es lo más importante, y bien lo demostró Gabriel García Márquez en Crónica de una muerte anunciada. Para escribir Plata quemada, Piglia tuvo acceso a los archivos judiciales del caso en que está fielmente basada la novela: declaraciones de la policía, los testigos, las familias, los delincuentes, etc. De hecho, el texto está plagado de referencias a las perspectivas complementarias, y a veces opuestas, que muestran dos partes o personas distintas de un mismo hecho, un indicio, una pista. El caso conmovió a toda Argentina y Uruguay, y aún hoy se recuerda. En 1965, un grupo de argentinos con un largo historial delictivo y adictos a todo tipo de drogas, consigue llevarse la mayor cantidad de plata robada nunca en el país, a pleno día y en plena calle. La historia de la preparación del asalto y, sobre todo, la captura de los delincuentes, que fue larguísima y tan dramática que no parece real, es el relato de Plata quemada. Y es que las crónicas de sucesos siempre fueron una gran fuente de inspiración para la literatura, ahí está Rojo y negro, A sangre fría y tantos otros.

La crudeza con que está relatada ésta que es la novela más famosa de Piglia constituye una de sus mejores bazas: no hay concesiones al lector y, muchas veces, eso supone el riesgo de herir su sensibilidad sin previo aviso, con lo cual, la novela contiene varios pasajes verdaderamente duros, sobre todo en los momentos que Piglia escoge para mostrar las voces de los delincuentes: el Nene Briones, el Gaucho Dorda, Mereles... Las personalidades de estos tres están tan sobriamente trazadas que a veces dan escalofríos, sobre todo porque la tendencia inevitable del lector es siempre hacia la empatía, la identificación. Muchas veces, una lectura placentera implica compartir cuanto más mejor con un personaje, un narrador, poder ponerse en su piel y experimentar a través de él. Pero aquí Piglia nos tiende una trampa, porque el Nene Briones o el Gaucho Dorda son hombres objetivamente repugnantes, pero al mismo tiempo, mientras el lector (y el autor también, estoy segura) los conoce y los va siguiendo, no puede evitar preguntarse por qué, por qué son así...seguro que debe de haber razones bien gordas que expliquen su comportamiento, que cualquiera podría calificar al primer vistazo de “degenerado”. Pero una vez se profundiza un poco y se supera ese primer vistazo, nos preguntamos con inquietud de quién es la culpa si es que hay algún culpable, y si no, cómo podemos tolerar la idea de que no es tan difícil ni tan extraño encontrar personas sin el bien social más básico que muchas veces no deberíamos dar tan por supuesto: la moral.

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