10.07.2011

Un árbol crece en Brooklyn

Los días en que he estado leyendo esta novela han sido un poco raros. Me ha pasado algo que no me pasaba hace mucho tiempo: no podía quitarme la historia de la cabeza, y cuando no leía, pensaba en ella. Un árbol crece en Brooklyn tiene esa virtud maravillosa de atrapar al lector con fuerza a pesar de no exhibir una técnica narrativa muy buena ni un estilo especialmente destacable. Por eso fue un best seller en 1943, año en que se publicó por primera vez. La historia de la familia Nolan a través de los ojos de Francie, una niña que va creciendo a medida que avanza el relato, captura al lector desde el principio. Betty Smith, autora totalmente olvidada hoy en día, sabía lo que hacía. Para conmover al lector y ponerlo de su parte, apela a los sentimientos más básicos. A través de la empatía crea lazos que se sostienen con fuerza hasta el final, momento en que experimentamos esa sensación tan familiar de pena al acabar un libro que nos ha gustado. Da pena que Francie crezca y se haga mayor, que mire atrás y recuerde con una mezcla de nostalgia y alivio su infancia, y que al empezar su vida de adulta en la universidad pueda meter en una caja todas sus pertenencias.


La novela de Smith no intenta disimular y pone todos los recursos claramente al servicio de la tesis principal de la novela: la educación es la herramienta más importante para defenderse en esta vida. Evidentemente, la familia Nolan es un ejemplo de ello: Francie y su hermano Neeley progresan gracias a la educación que su madre se empeña a toda costa en darles. Las privaciones, el hambre, el trabajo duro, la indefensión ante las injusticias o las diferencias sociales pueden superarse gracias a la educación.


Además, la historia sirve a Smith para exaltar el valor de las mujeres o la importancia de la familia. Durante la novela se habla mucho de los sentimientos que dominan las relaciones entre los protagonistas, y ésa es el arma que atrapa al lector desde el primer momento y no lo suelta hasta el final. Sufrimos, reímos y nos emocionamos con los Nolan, e incluso pensamos en ellos cuando no estamos leyendo sus peripecias. Nos preguntamos si a Francie le irá bien en su nueva escuela o si Katie, su madre, podrá pagar el alquiler del próximo mes. No hay personajes que no resulten atractivos en algún sentido; la magnanimidad humana de Smith es, en este caso, admirable. Y a pesar de que, como ya he dicho, se le ven demasiado las intenciones y la falta de dominio de los recursos literarios, no puedo evitar alegrarme de haber leído esta novela. Quizá porque ahora mismo, en la era del postmodernismo, es difícil encontrar historias así, tan tiernas, tan cálidas, tan poco pretenciosas.

Betty Smith, A tree grows in Brooklyn
Arrow Books, 2000, 483 páginas.

1 comentario:

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