Apenas conozco la literatura rumana más allá de Ionesco, pero gracias a una recomendación me acerqué a este relato de Mircea Cartarescu. Su breve lectura, como en todos los buenos cuentos cortos, es una carrera de infarto, una espiral que gira sin dar respiro, una agonía que termina, cómo no podía ser de otra manera en este caso, en muerte. La historia está perfectamente construida para golpear al lector en el instante y el lugar precisos.
El título El Ruletista corresponde, como bien señala Marian Ochoa de Eribe, a un neologismo necesario que va más allá del mero jugador de ruleta. El Ruletista es alguien único, marcado por una suerte atroz que lo obliga una y otra vez a desafiar las leyes de la probabilidad. Su carrera desesperada hacia la muerte está construida mediante un magistral dominio del ritmo, que pone a prueba la resistencia del lector. Éste es el eje estructural del relato, que se sustenta asimismo en el tono desesperado y delirante que adopta el narrador, testigo privilegiado de las vicisitudes del Ruletista. Aparece así una tensión que contrapone a ambas figuras en un escenario desolador, bien caracterizado a base de detalles sórdidos. Éstos, a su vez, empiezan perteneciendo a lo que se denomina comúnmente "bajos fondos" para acabar reflejando la lujosa inutilidad de las élites adineradas. Otra contraposición en escalada vertiginosa.
El relato constituye, definitivamente, un ejemplo de escritura magistral, de cómo la técnica literaria va de la forma al fondo y convierte una historia en un perfecto entramado que provoca en nosotros, pobres lectores, un torrente de efectos cuidadosamente calculados. Y en esa terrible red se entrecruzan reflexiones sobre el azar, la muerte, la codicia o la necesidad de perdurar a través de la ficción (es decir, la literatura como apuesta extrema) que reflejan la riqueza de El Ruletista, esta breve sorpresa tan digna de recomendación.
El Ruletista
Mircea Cartarescu
Editorial Impedimenta, 2010, 62 páginas.
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