He leído muchos libros de Virginia Woolf. Lo he ido haciendo escalonadamente, a lo largo de varios años. Empecé con Orlando, quizás su novela más madura (o eso suele afirmar la crítica, y creo que estoy de acuerdo, si tomamos el adjetivo como sinónimo de "complejo" o "profundo" o "matizado"), luego vinieron Las olas y Al faro, sus artículos de Escenas de Londres, sus cartas (en la edición tan completa de Lumen, Cartas a mujeres) y sus diarios, publicados por Siruela. Recién decidí acercarme a Mrs. Dalloway en su lengua original, con un cierto temor debido, en primer lugar, a que no podía quitarme de la cabeza a Meryl Streep como Clarissa Dalloway en Las horas, y eso es siempre muy molesto a la hora de leer un libro a pesar de que, en este caso, la película ofrece una adaptación muy, muy libre del personaje. La segunda y principal razón de mi temor era que, al haber leído las novelas de Virginia Woolf siempre en traducciones al español, no estaba segura de poder reconocer y disfrutar la voz original de la autora. Pensaba que quizá había dado con traducciones tan buenas que eran precisamente las causantes de esa exquisitez que tanto he admirado, ese tono con el punto exato entre la ironía, el entusiasmo y la pulcritud, esa distancia calculada pero calurosa... es difícil describir la escritura de Virginia Woolf, porque es única, no se parece a ninguna otra, y ni siquiera he sabido nunca de ningún epígono que aspirara a emularla.
Debo decir que, aunque Meryl Streep se empeñaba en asomarse de vez en cuando mientras leía Mrs. Dalloway, lo cierto es que he disfrutado muchísimo leyendo la novela, y he podido acomodarme desde el principio a la voz original, tan profunda, tan perfecta, de una autora que ya me parece como de la familia. Cada libro es un reencuentro, y las primeras páginas de Mrs. Dalloway ya derrumbaron ese miedo o cautela con que me acerqué al libro.
La historia que se narra es simple: Clarissa Dalloway es una mujer madura, bien situada, bien casada, bien admirada por la sociedad en que vive. Una mujer bien. Un día recibe la visita sorpresa de Peter Walsh, el hombre con quien estuvo a punto de casarse, a quien amó locamente, pero finalmente rechazó. Prefirió a Richard Dalloway, mucho más sensato, más responsable, más bien. La novela trancurre en un día, durante el cual el lector comparte la frustración de Clarissa Dalloway en tensión ante el anhelo de Peter Walsh, y la historia paralela del matrimonio de Rezia y Septimus. Ningún elemento estridente o fuera de tono, como es habitual: Virginia Woolf nos guía acompasando los sentidos al pensamiento de los personajes. Y el correr fluido del tiempo que se escapa inevitablemente, se desliza en silencio, y al final deja paso a la cruel pero firme sensación de que todos ellos han sido incapaces de nadar, ni siquiera un poquito, a contracorriente. Magistral lección de esta escritora irrepetible.
Quizás te interese este debate sobre La señora Dalloway (hay que decir que es un tanto incómoda la interfaz de los Grupos MSn... deberás pulsar en un botón que pone "primer" para poder navegar correctamente por la página, fíjate en el nº de la respuesta)
ResponderEliminarLa señora Dalloway
Gracias, Portnoy. Leí con interés la mesa redonda...hay análisis muy interesantes sobre los personajes. Creo que el debate acerca del narrador en la novela y las posibles similitudes entre éste y la autora es, como dicen algunos, un poco inútil. Me molesta la manía de intentar rastrear en una novela las huellas autobiográficas que pueda haber dejado el autor, aunque sea a su pesar.
ResponderEliminarSaludos.
Blanca
En la medida en que sea posible hay que evitar mezclar la realidad (la vida o el carácter del autor) con la obra... otra cosa es que queramos jugar a detectives sicológicos, pero aceptando de entrada que es un juego...
ResponderEliminarUn saludo
Sí, creo firmemente que hay que volver cada cierto tiempo a Virginia Woolf, y leerla con calma y delicadeza. Hay tanto que aprender...
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