Definitivamente, la literatura argentina está pasando por una etapa de excelente salud que todos, en todos los sentidos, deberíamos aprovechar más. Además de los consagrados e indiscutibles Piglia o Aira, los más recientes, como Pauls o Fresán, me resultan mucho más apetecibles que la mayoría de propuestas peninsulares. Una vez más, la literatura española debería mirar mejor al otro lado del océano porque allí está otra vez la salvación. El último cable llega de la mano de Martín Kohan con su novela Segundos afuera (Editorial Sudamericana, 2005), cuya lectura me ha impedido realizar cualquier otra actividad desde que abrí la primera página hasta que cerré la última. Estructuralmente, es una novela trepidante, construida en torno a un motivo central: el combate de boxeo que tuvo lugar el 4 de septiembre de 1923 en Nueva York entre el estadounidense Jack Dempsey y el argentino Luis Ángel Firpo, con injusta vistoria del primero y consecuente derrota nacional para Argentina, que ya Cortázar abordó en La vuelta al día en ochenta mundos.
Por esas mismas fechas, la Filarmónica de Viena, dirigida por Richard Strauss, aterrizaba en Buenos Aires para realizar una gira interpretando las sinfonías de Gustav Mahler. Cincuenta años después, con motivo del aniversario de un triste periódico de provincias, dos periodistas conversan acerca del combate y la gira de la orquesta, y de la posible conexión que pudieron tener a partir de la muerte de uno de los músicos la misma noche del combate. En diecisiete segundos (tantos como capítulos tiene la novela), Demsey fue proyectado fuera del cuadrilátero para volver por su propio pie y acabar ganando el combate. En esos segundos, narrados con una desbordante intensidad en la novela, varias voces se encuentran y se proyectan años más tarde, en las conversaciones de los periodistas, antagónicos y representantes de la oposición del arte frente a la cultura de masas, y aún más allá, en el cierre final de la novela, que ata los cabos recogidos de forma impecable.
Lo mejor de Segundos afuera es el contraste entre los hechos y los tiempos que se enfrentan, que marcan un ritmo de vértigo, con las pausas justas establecidas por los diálogos entre los dos perdiodistas, que son una cuidada mezcla entre ironía y pesimismo (es decir, las dos caras de una misma moneda, brillando por igual). La música de Mahler, la determinación inexcusable que lleva a la victoria frente a la debilidad, el papel del azar que al final siempre es menor de lo que pensábamos...todas las voces construyen una sinfonía perfecta acerca del ser humano, tocada sin concesiones, con un arrojo y un empeño que lo arrastran todo, incluida la pasividad del lector voluble: Kohan sienta, clava y deja exhausto a todo aquel que preste el oído.
un unico comentario... no es la vuelta al MUNDO en ochenta DIAS???? y no al reves.
ResponderEliminaremm no...es la vuelta al dia en ochenta mundos, es asi el titulo
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