9.01.2005

Formas breves

Tras quedar deslumbrada por su novela Respiración artificial (1980), leo todo lo que cae en mis manos de Ricardo Piglia, lo cual, no sé si por un problema de distribución o por una serie de casualidades cuya intención final no alcanzo a descifrar, me llega poco a poco, de vez en cuando, como si el azar se empeñara en elegir los momentos precisos en que hay que leer a Piglia. La última vez ha sido hace muy poco, con Formas breves (Anagrama, 2000).

En palabras del autor, los textos que componen el volumen “pueden ser leídos como páginas perdidas en el diario de un escritor y también como los primeros ensayos y tentativas de una autobiografía futura”. Dejando al margen las intenciones con que se reunieron los textos de Formas breves (a los que no imagino formando parte de ninguna autobiografía, ni siquiera de la de Piglia, por muy heterodoxa que ésta fuere), el principal interés del libro reside en algunas ideas bien expresadas sobre los escritores que siempre acompañan al autor y conforman el grueso de la literatura argentina del siglo XX: Borges, Artl, Macedonio Fernández, algo (poco) de Cortázar.

Piglia habla del arte de narrar, del arte de escribir cuentos (tiene gracia cómo intenta imaginar una serie de cuentos escritos por Kafka, Hemingway o Borges a partir de una anécdota de Chejov), de la traducción y de cómo ésta influye en el canon literario de una época en un lugar determinado. Esto último resulta muy interesante porque pocos críticos y estudiosos se han dignado nunca a considerar el papel de las “malas” traducciones en una literatura. Las malas traducciones son aquellas que reproducen una lengua inexistente, artificial: “con su aire enrarecido y fraudulento son un archivo de efectos estilísticos”. En el caso de la literatura española, ¿cuántos escritores contemporáneos se han formado con las malas traducciones, sobre todo del inglés y otras lenguas alejadas de la nuestra? Más de los que pueda parecer, seguro. ¿Y cómo han influido estas traducciones, publicadas en ediciones baratas o prohibidas por la censura, en la literatura actual? Mucho, desde luego. Ahí queda la pregunta. Piglia la deja caer sin desarrollarla, y ni se molesta en dar un esbozo de respuesta. Eso ya tendría que ser otra historia, en otro libro. Porque Formas breves da pocas respuestas, pero formula muchísimas preguntas. Me gusta esa capacidad de síntesis de Piglia, que le permite establecer interrogantes y crear imágenes como puzzles (la del ataúd de Roberto Artl es inmejorable) para indagar en la magia de la escritura literaria. En este sentido, Ricardo Piglia es uno de los escritores más estimulantes que conozco. Y en Formas breves lo vuelve a demostrar.

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