En las cartas que es
escribieron Elena Fortún y Carmen Laforet entre 1947 y 1952, ambas escritoras
dejaron reflejadas muchas cosas de sí mismas, tanto por lo que se decían como
por lo que no se decían y quedaba flotando en el aire. Mejor no expresarlo
abiertamente porque en la España de aquella época, como dice Fortún, lo que no
era ilegal era pecado.
Cuando empiezan a
escribirse, Carmen Laforet ya ha ganado el Premio Nadal y es una escritora
reconocida pero tremendamente insegura, incómoda y perdida dentro de la
sociedad que frecuenta, su familia, sus lectores. Todo lo que escribe le
parece aburrido e inútil. Siente que el precario equilibrio que debe buscar
constantemente para conciliar la escritura con la familia es una carga muy
pesada y, al mismo tiempo, sabe que escribir, aunque la angustie, la
libera.
Elena Fortún la
comprende y le da ánimos desde su propia amargura. Se encuentra vieja y sola y,
de hecho, morirá en 1952 tras una durísima enfermedad. Ha pasado por el exilio,
la muerte de varios hijos, un matrimonio infeliz que acabó con el suicidio de
su marido... A pesar del sufrimiento sus cartas, pulcras y cuidadas, reflejan
muy bien su voluntad de seguir adelante.
Carmen Laforet ha
aprendido a podarse, como ella dice, a contenerse para acabar escapando por
arriba. Esta visión influye mucho en su conversión final al catolicismo. Elena,
Fortún, por su parte, admite que nunca ha sabido podarse y algunas de sus ramas
han dado frutos venenosos que ha pagado muy caros.
Cúanto amor, cuánta
admiración desprenden estas cartas de dos mujeres que apenas se vieron en vida
y, sin embargo, se sintieron muy cercanas desde el primer momento y fueron
capaces de establecer una intimidad tan llena de emoción que hoy día nos
resulta sorprendente, en tanto en cuanto las cartas, por desgracia, son una
forma de comunicación que ha caído en desuso. Pero sí, a veces pasa que
conocemos a alguien y al instante sabemos que podríamos contarle cualquier
cosa. Esa magia que se pasea por todo el epistolario nace de la literatura, de
la obra que estas mujeres nos dejaron y a través de la cual pudieron establecer
un vínculo tan íntimo.
Carmen Laforet y
Elena Fortún, De corazón y alma (1947-1952), Fundación Banco
Santander, 2016, 144 páginas.
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