3.01.2019

De corazón y alma


En las cartas que es escribieron Elena Fortún y Carmen Laforet entre 1947 y 1952, ambas escritoras dejaron reflejadas muchas cosas de sí mismas, tanto por lo que se decían como por lo que no se decían y quedaba flotando en el aire. Mejor no expresarlo abiertamente porque en la España de aquella época, como dice Fortún, lo que no era ilegal era pecado. 

Cuando empiezan a escribirse, Carmen Laforet ya ha ganado el Premio Nadal y es una escritora reconocida pero tremendamente insegura, incómoda y perdida dentro de la sociedad que frecuenta, su familia, sus lectores.  Todo lo que escribe le parece aburrido e inútil. Siente que el precario equilibrio que debe buscar constantemente para conciliar la escritura con la familia es una carga muy pesada y, al mismo tiempo, sabe que escribir, aunque la angustie, la libera. 

Elena Fortún la comprende y le da ánimos desde su propia amargura. Se encuentra vieja y sola y, de hecho, morirá en 1952 tras una durísima enfermedad. Ha pasado por el exilio, la muerte de varios hijos, un matrimonio infeliz que acabó con el suicidio de su marido... A pesar del sufrimiento sus cartas, pulcras y cuidadas, reflejan muy bien su voluntad de seguir adelante. 

Carmen Laforet ha aprendido a podarse, como ella dice, a contenerse para acabar escapando por arriba. Esta visión influye mucho en su conversión final al catolicismo. Elena, Fortún, por su parte, admite que nunca ha sabido podarse y algunas de sus ramas han dado frutos venenosos que ha pagado muy caros. 

Cúanto amor, cuánta admiración desprenden estas cartas de dos mujeres que apenas se vieron en vida y, sin embargo, se sintieron muy cercanas desde el primer momento y fueron capaces de establecer una intimidad tan llena de emoción que hoy día nos resulta sorprendente, en tanto en cuanto las cartas, por desgracia, son una forma de comunicación que ha caído en desuso. Pero sí, a veces pasa que conocemos a alguien y al instante sabemos que podríamos contarle cualquier cosa. Esa magia que se pasea por todo el epistolario nace de la literatura, de la obra que estas mujeres nos dejaron y a través de la cual pudieron establecer un vínculo tan íntimo. 

Carmen Laforet y Elena Fortún, De corazón y alma (1947-1952), Fundación Banco Santander, 2016, 144 páginas. 




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