2.16.2019

La chaise-longue victoriana


Publicada por primera vez en 1953, La chaise-longue victoriana es una novela corta de Marghanita Laski; en mi opinión, la mejor que escribió. Aunque aquí su nombre no resulta apenas conocido, en Reino Unido fue una escritora e intelectual reconocida gracias, sobre todo, a su trabajo como periodista y crítica literaria. 

Cuando leí por primera vez esta novela me quedé maravillada por la habilidad con que está escrita. Tiene el ritmo preciso, los diálogos ajustados, el manejo del tiempo más adecuado…Es una novela compacta, que cae como una bofetada y provoca un terror sutil que va creciendo a medida que avanza la historia, implacable. Todo un ejemplo de dominio de la escritura.

Conocemos a la heroína en la primera frase, cuando exige al doctor que la atiende que le asegure que no va a morir. Melanie Langdon se nos aparece como una joven bella y mimada, madre reciente y enamorada esposa, que convalece en su casa londinense de una tuberculosis.  Tiene a su disposición un marido que la adora, una enfermera atenta y todas las comodidades que pueda desear. Sin embargo, esta primera escena ya presenta detalles aciagos. Todo está demasiado bien, todo resulta demasiado bonito, como lleno de sonrisas congeladas y falsas. Por ejemplo, el doctor, mientras habla con ella, piensa que es una criatura puramente femenina, que se convierte en todo aquello que su hombre desea. Otro ejemplo reside en el hecho de que a Melanie no la dejan ver a su hijo por miedo al contagio de tuberculosis. Cuando esta protesta y expresa su deseo de estar con el bebé, porque teme que ya sea tarde para establecer el vínculo materno filial, todos suspiran a su alrededor y ponen los ojos en blanco. La tachan de intensa, de impaciente…Los nervios no son buenos para su enfermedad, repiten benévolos, sacudiendo la cabeza. Esta escena, preludio de la trama propiamente dicha, resulta ya terrorífica por el modo en que todos los personajes (el doctor, el marido, la enfermera) infantilizan a la protagonista.

Cuando esta ya se encuentra mejor, la trasladan a una chaise-longue que ella misma adquirió en una tienda de antigüedades. La enfermera la obliga a echar una siesta y, al despertar, comienza la pesadilla: está encerrada en el cuerpo de otra mujer de la época victoriana, Milly. La infantilización continúa y se vuelve cada vez más oscura, más brutal. Melanie, en su nuevo entorno, se convierte en una mujer que no sabe lo que quiere. Se siente tan indefensa y culpable que llega a pensar que el placer sexual es diabólico, y su castigo por disfrutar de él se ha consumado en forma de encierro en otro cuerpo, en una casa terrible de una época ajena. En el cuerpo de otra mujer a la que, como ella, nadie deja levantarse y todos piden que se calme. Pero aquí, en esta época victoriana, la benevolencia pierde su lado amable, ya no hay sonrisas falsas sino desprecio, acritud, odio.

Melanie y Milly se acaban fundiendo en una misma víctima postrada y ninguneada: la loca de la casa. Encontramos, pues, en La chaise-longue victoriana, una nueva personificación de esta categoría en la caben, asimismo, la Antoinette de Ancho mar de los Sargazos, de Jean Rhys, o la Berta Mason de Jane Eyre, de Charlotte Bronte. Es fácil imaginar su destino común: ya se sabe que no hay piedad para la loca de la casa.

The Victorian Chaise-Longue, Persephone Books, 1999, 120 páginas.
La chaise-longue victoriana, Automática editorial, 2012, 144 páginas.





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