12.08.2007

Cuentos reunidos de Saul Bellow

Mi primera aproximación a Bellow ha sido a través de sus cuentos –la mayoría de ellos, en realidad, novelas cortas- y me ha dejado inmersa en una gran confusión que no puedo explicar muy bien. Creo que nunca había leído tantos textos juntos de un mismo escritor que me produjeran sensaciones tan distintas… como si no las hubiera escrito la misma persona. Es cierto que el autor, nacido en Canadá en 1915 de padres rusos, pero criado en un Chicago de gangsters e industrias con el que siempre le quedaron asuntos emocionales pendientes, ha tenido una larga vida literaria, ha publicado constantemente novelas, cuentos y ensayos y, claro está, supongo que habrá experimentado una evolución que otros conocerán muy bien y ya habrán explicado con ejemplos y datos irrefutables. Yo, que empecé a leer a Bellow sin saber siquiera que había ganado el Nobel el año en que nací –y la Légion d’honneur, by the way, impuesta por François Mittérand un poco más tarde-, no creo que sea capaz de explicar bien las razones por las que estos cuentos me parecen tan distintos, tan irregulares, tan extrañamente juntos.

Algunos de los personajes que llenan las páginas de estas Collected stories (traducidas en 2003 por Alfaguara) me parecieron maravillosos y, desde el primer momento, se produjo una especie de entendimiento con el que pude seguir la historia, palpar el ambiente (casi siempre, un Chicago nevado, nocturno y muy atractivo en la distancia), disfrutar del texto y poner algo mío en él. Me gustaron mucho, por ejemplo, “A Theft” o “Zetland: by a character witness”. Me encantó “What kind of day did you have?”, uno de los cuentos más largos, que relata las vicisitudes de Katrina, una mujer torpe y enamorada de un eminente intelectual. Aquí Bellow maneja muy bien el tiempo, algo difícil en este tipo de historias que no son ni cuentos ni novelas y, por tanto, requieren un esfuerzo de habituación extra por parte del lector. Así, la historia sucede en unas cuantas horas y en ella intervienen unos pocos pero bien definidos personajes que se van turnando educadamente, en una especie de coro bien avenido que resulta muy emocionante.

Y precisamente eso, emoción, es lo que he echado en falta en la mayoría de cuentos de Bellow. Si los puntos de partida y los argumentos son buenos, ¿por qué me he acabado aburriendo y perdiendo en los detalles de muchos de ellos? Es lo que me sucedió, por ejemplo, en “The Bellarosa Connection”, uno de los cuentos más conocidos del autor norteamericano, a juzgar por el prólogo a la edición que tengo, donde su mujer explica detalladamente cómo fue concebida y escrita la historia (y, de paso, aprovecha para dirigirse a la hija Naomi Rose, con la seguridad de que leerá a su padre veinte años después de que ella escriba esas líneas. No puedo evitar preguntarme: ¿era necesario ese canal de comunicación?). Volviendo al proceso de dispersión en “The Bellarosa Connection”, todo al comienzo pintaba muy bien: un título interesante, un narrador excéntrico con un pasado prometedor y el papel de la memoria en nuestras vidas como centro estructural del relato. Abordé la lectura con entusiasmo y acabé respirando aliviada al llegar al final, lo cual me molestó mucho. ¿Será que cada vez soporto menos a los autores que van sacando hilos de la madeja para embrollarlos a su guisa, sin dar una piola al lector? A veces tenía la impresión de que Bellow estaba haciendo exactamente eso. Y, al hacerlo, no me parecía que estuviera siguiendo los pasos de los grandes maestros de la prosa del siglo XX, como afirman algunas críticas que he leído acerca de estos cuentos.

La pregunta que me hago ahora es ¿por qué estas sensaciones tan contradictorias? Me gustaría situar el punto de inflexión que separa ambos terrenos. Quizá es que no he sabido apreciar el sentido del humor, la sutilidad irónica de Bellow. Es posible, porque siempre me gusta más cuando se pone serio, pero no creo que sea ésa la única razón. La clave está, creo, en la diferencia de ritmo que hay entre unos cuentos y otros. Para irse por las ramas y voltear al lector a su antojo (como hacía Proust, como hacían Musil y Henry James, cada uno de maneras y por razones muy distintas, pero con técnicas básicas similares), el autor debe asegurarse primero de que éste se encuentra bien sujeto y no se va a marear. En mi opinión, Bellow a veces pierde el control de los mandos y nos deja sentir el paso que vacila, el resorte que falla… entonces la tensión salta y el argumento se acaba chafando. Por eso creo que Janis Bellow afirma que no puede menos que aguantar la respiración cada vez que Fonstein, uno de los protagonistas de “The Bellarosa Connection”, escapa de prisión. Eso ocurre durante las primeras diez páginas. No especifica qué experimenta después, pero, si fuera sincera, creo que terminaría admitiendo que no puede menos que distraerse de vez en cuando y pensar en el menú de la cena.

En fin, a pesar de todas estas contradicciones que tan intensamente me han embargado durante la lectura de los cuentos reunidos de Saul Bellow, estoy contenta de haber podido conocer el Chicago nocturno y alejado de estereotipos que el autor recrea tan bien, los momentos de lucidez de algunos personajes (estoy pensando, sobre todo, en el chico que vuelve a casa después de haber sido desnudado por una prostituta y piensa “En el seno del hogar, dentro de la casa, unas reglas arcaicas; afuera, la vida real”). La traducción de esta frase, de Beatriz Ruiz Arrabal, es una buena muestra del estilo de Bellow: puede ser lírico, punzante, agudo e ingenioso, pero nunca invisible. En todo caso, lo que sí debería haber ignorado es el prólogo de Janis Bellow. Creo que ninguna mujer hizo nunca tan flaco favor a su marido.

Collected stories
Penguin Books, 2002.
442 páginas.

4 comentarios:

  1. Te recomiendola novela "Herzog", lo mejor que lei de Bellow...

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  2. Una magnífica narración de la impresión que te causó estos cuentos. Yo también leí Herzog y ahora mismo no sabría si decirte que me gustó o me dejó indiferente, había momentos muy claros, definidos y que conseguían engancharme pero otros, como muy bien explicas, se perdían en detalles y elementos que nada tenían que ver con los protagonistas del libro.

    una lectura muy agradable.

    saludos.

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  3. Aber bitte welche aus sehr weichem Material, keine
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    Gefühl haben, du stehst bei dieser kleinen Hobbyhure direkt im
    Schlafzimmer. Mich wickelt Mann nicht dadurch leicht um diesen Finger.



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