Con este título apareció hace unos meses en Tusquets la última novela de Luis Landero, que había permanecido silencioso desde que, en 2002, publicara El Guitarrista. Tenía muchas ganas de leerla y no me ha defraudado, a pesar de ese título tan poco prometedor que nos remonta a un anciano de Santiago de Chile, el cual se ganaba la vida con un telescopio por el que enseñaba los astros a todos aquellos que quisieran creerlo. El anciano en cuestión no tiene nada que ver con el argumento de la novela, y tampoco logro apreciar sus posibles simbolismos, así que pasaré por alto el título y me limitaré a hablar de la historia.
La estructura narrativa de esta novela se basa en la alternancia de perspectivas de los dos personajes protagonistas: Dámaso, por una parte, y Tomás, por otra. Al igual que en Arthur & George, de Julian Barnes, el lector asiste al desarrollo de dos historias paralelas gestadas desde la infancia y adolescencia de sus respectivos protagonistas, muy dispares entre sí. Dámaso es un niño de pueblo, simple y confiado, que asiste impotente a la usurpación de su propia identidad en el seno familiar. Así comienza su historia de odio. Tomás, por su parte, nos aparece por primera vez como un adolescente que un día, después de comer, anuncia que se va a leer, y es como si ya no volviera. Unos años después, al conocer a Marta, se forja el inicio de su historia de amor. No se trata de una historia apasionada o trágica, sino más bien simplona. Por encima de Marta y de cualquier otra mujer siempre estarán los libros, con los que Tomás vive un idilio permanente, así como sus propias proyecciones respecto a ellos.
Un día, las vidas de Dámaso y Tomás se cruzan por azar: ambos se conocen, se ayudan y se separan. Las peripecias de uno y otro se disponen en orden y concierto y son divertidas, curiosas, algo tristes a veces, y permanecen en todo momento al servicio de lo que constituye el punto fuerte, el nudo de la novela, eso que siempre busco y hasta ahora he acabado encontrando en las historias de Luis Landero: la pintura espeluznante pero dulce de la impostura y la desilusión. Desde Juegos de la edad tardía (1989), el autor extremeño presenta en sus novelas a unos personajes, normalmente los protagonistas masculinos, marcados por al menos uno de esos rasgos, que también podríamos llamar estigmas por su grandeza a la vez que fatalidad. La impostura y la desilusión convierten a los personajes en irremediables perdedores, en tristes cuitados que provocan la inmediata empatía del lector, su compasión armónicamente mezclada con su risa, capaz de un cierto y mínimo distanciamiento que nos resguarda de cualquier atisbo melodramático. Esta extraña mezcla de figuras cómicas y lastimosas, hombres que no son, por mucho que se empeñen, dueños de sí mismos ni responsables de sus decisiones, porque siempre se acaban hundiendo en su eterno pozo, es lo que más me gusta de la escritura de Landero. En Hoy, Júpiter, tanto Dámaso como Tomás se esfuerzan temporalmente en ser lo que no son, por miedo al rechazo y la soledad, pero las máscaras y fingimientos terminan cayendo, y entonces queda sólo lo que son de verdad. Y aun así los queremos porque, a fin de cuentas, no somos mucho mejores que ellos. Con la desilusión pasa lo mismo: ¿cuántas fantasías construimos acerca de nosotros mismos, del futuro que nos aguarda? ¿cuántas veces soñamos con el reconocimiento que llegará, la admiración que sentirán los que nos rodean, el éxito en cualquiera de los variantes? Otra forma de impostura o engaño hacia nostros mismos, al fin y al cabo, que acaba también cayendo por su propio peso. Y cuando, a pesar de todo, la vida continúa y seguimos levantándonos por la mañana, queda claro que las ansias de vivir o quizá la simple costumbre son más fuertes que cualquier decepción, por mucho que ésta sea capaz de golpearnos.
Para mí, leer a Landero es como sentarme en un remanso entre la maraña y descansar un poco. Sus novelas son tan tiernas, y tratan tan bien al lector (cómplice en todo momento, apreciado y perdonado siempre), que su lectura no puede ser menos que un suave placer.
Feliz cumpleaños, Blanca
ResponderEliminarGracias...
ResponderEliminarHola Blanca. Te decía el otro día que comparto tus atinados comentarios, que me parecen certeros y comparto totalmente en el caso de los libros por mí leídos, y despiertan mi curiosidad por aquellos que no conocía o a los que no he llegado aún. De hecho, voy a ponerme con Landero en cuanto acabe con lo que ahora estoy leyendo, y no me cabe ninguna duda de que, después de oirte hablar maravillas de él, no me va a defraudar. Te quería preguntar, si no tienes inconveniente, y dado que eres especialista en literatura francesa, por la obra de Michel Houellebecq. Me consta que lo has leído, pero tan sólo he encontrado algún breve comentario tuyo sobre este autor. Yo únicamente he leído Las Partículas Elementales y La Posibilidad de una Isla, pero creo que necesito una opinión ponderada, como siempre son las tuyas, antes de elaborar (para mí mismo) un juicio firme. Tan desconcertado me tiene. Saludos.
ResponderEliminarHola, Dempsey,
ResponderEliminarQué bueno verte por aquí de nuevo. De verdad, para mí es muy bonito saber que tienes ganas de leer los libros de los que hablo. En el caso de Landero, también estoy segura de que no te defraudará.
Y por lo que respecta a Houellebecq...Bueno, primero debo decirte que yo sólo leí Las partículas elementales y Plataforma. Así que tampoco tengo una opinión muy formada y sólida sobre sus libros. Me dijeron el otro día que La posibilidad de una isla es muy bueno, mucho mejor que Plataforma. No lo sé. Yo creo básicamente que Houellebecq cumple una función en la literatura actual (y, sobre todo, la literatura francesa) que es necesaria, o al menos sana: la de provocador social. Es verdad que escribe cosas que nadie dice, quizá porque nadie se atreve (el racismo que exhibe en Plataforma es el racismo cada vez menos latente de la sociedad francesa, y es bueno que alguien lo plasme de este modo tan cruel en la literatura). El problema es que a veces me da la impresión de que cruza la frontera de la pura provocación para entrar en el juego de provocar por provocar y seguir con su personaje, que él mismo se ha creado dentro y fuera de sus libros, y tan buenos resultados le ha dado. Las partículas elementales me impresionó muchísimo, aún recuerdo muy bien todo lo que pensé y sentí, y reconozco que ese libro es bueno. Quiero decir, está bien escrito, tiene fuerza (demasiada a veces), lo único que me aburrió fue la parte de la clonación, cuando describe la futura raza humana, pero eso ya es mi gusto personal. Plataforma, en cambio, me pareció bastante flojo y mucho más oportunista y gratuitamente provocador, aunque me siguió gustando la escritura descarnada y directa que utiliza Houellebecq, que es lo que impacta al lector. Eso es un mérito importante. En fin, no sé si compartirás alguna de las cosas que he dicho. Te diré algo curioso: después de varias conversaciones sobre los libros de Houellebecq con personas diferentes, he llegado a la conclusión de que las reacciones tras su lectura varían en función del sexo del lector. Es algo que no había advertido con ningún otro escritor, al menos que recuerde. Pero lo cierto es que todos los lectores masculinos de Houellebeq con los que he hablado han quedado maravillados y entusiasmados. En cambio, creo que en el sexo femenino nos lo tomamos más escépticamente. Quizá es pura casualidad, pero me ha pasado ya varias veces.
Bueno, no sé si estarás muy de acuerdo con todo esto. Creo que necesitaría leer La posibilidad de una isla para acabar de formarme una opinión sobre Houellebecq. Quizá un día de éstos me anime.
Saludos,
Blanca
Gracias Blanca. Me regalaron el primer libro de Landero hace años y lo comencé, pero no consigo recordar por qué lo dejé en el primer capítulo. Un billete de cercanías me indica que apenas leí 4 o 5 páginas. En 2002 recorté, e introduje en él, en Juegos..., la reseña que Rafael Conte publicó en Babelia de El Guitarrista, en la que repasaba su obra y entre otras cosas decía que era el mejor narrador de la literatura española. No pude leerlo entonces, tras leer aquella reseña, porque en ese momento había una tesis cruzada en mi camino y la literatura sólo era una promesa de futuro, un espejismo lejano. Todo este tiempo, mucho, han estado los Juegos... en la estantería, esperando. Animado por tus postales, esta mañana lo he buscado y lo he encontrado en un estante del salón, junto a otros autores españoles que también esperan su momento indefinido, posiblemente, sin saberlo, condenados al olvido, o aquellos otros que, por decirlo de algún modo, ni fu ni fa. No daré nombres. No hay que darle vueltas, el de Landero no ocupaba un lugar entre mis libros predilectos, aquellos sobre los que vuelvo una y otra vez, entre los que están a punto de ser leídos por primera vez con expectación o sobre aquellos otros a los que reconozco como buenos a pesar de no haber conseguido llegar a un acuerdo con ellos. Y no es culpa suya, de Landero quiero decir, sino una más de esas casualidades que de repente nos hacen toparnos con un poema que nos sacude por dentro o que nos impiden conocer nunca a alguien con quien sin duda hubiéramos sintonizado desde el primer momento. En fin. El caso es que, de pie, junto a la estantería, cientos de volúmenes mirándonos, he comenzado de nuevo aquel primer capítulo que nunca acabé y, coño, qué delicia, qué poca ostentación, qué fluir, ¡qué bueno! En cuanto acabe de escribir estas líneas, y a pesar de la hora, vuelvo con él.
ResponderEliminarEn cuanto a Houellebecq, debo reconocer que me noqueó. Un comentario atrapado al vuelo de un compañero pedante ("Quevedo es bueno, pero quien sí que es bueno es Houellebecq", y yo, ignorante, "¿quiéeeeen?") me llevó a buscarlo. Y, la verdad, no sé qué me esperaba, pero desde luego no una sesión tan intensa de literatura nihilista. El tipo descuartiza todo lo que se le pone por delante. No deja títere con cabeza, y mira que hay títeres en el mundo. Qué bárbaro. Pero pasado el desconcierto y la sorpresa iniciales te das cuenta de que su literatura no es tal, es casi algo más cercano al ensayo sociológico que a otra cosa. Es una disección sin anestesia de la sociedad moderna, o postmoderna o como queramos llamarla. Leí La Posibilidad... y unos meses después Las Partículas... Me gustó mucho más el segundo, y eso que su capacidad narradora me parece limitadita. El estilo, aunque en esto es difícil saber ya que media una traducción, tampoco me pareció nada del otro mundo, si acaso nihilista también. Pero la estructura... esa sí que es floja; y me atrevo a decirlo sin dudarlo (bueno, a la espera de lo que tú digas). Ahora bien, los temas que introduce, el análisis epidérmico, la desnudez de las intenciones de los personajes y la crítica tan bestial, eso sí que no puede dejar a nadie indiferente. Sus libros te hacen cuestionarte tantas cosas, que uno siempre es distinto después de haberlos leído, cosa que no se puede decir de otros muchos. Estoy de acuerdo contigo, cómo no estarlo, con que es un provocador, ¡y tanto que provoca!; de hecho, no hace otra cosa. La trama de La Posibilidad, que puede considerarse casi un libro de ciencia ficción, a veces tiene trazos de paja mental, con perdón. Pero en el párrafo que menos te lo esperas, aparece con un cuchillo entre los dientes y te lanza dos puñaladas que tienes que esquivar o encajar como buenamente puedas, que a nadie dejan indemne. Y eso, en una novela, la verdad es que tiene su mérito. No había caído en que puede ser interpretado de una forma u otra dependiendo de si eres hombre o mujer, y creo que tienes también razón, lo cual dice más bien poco de los primeros. Según Houellebecq, los hombres seguimos siendo unos primates cuyo motor es el deseo sexual. Con las mujeres practica una misoginia tan burda que no es de extrañar su rechazo. A pesar de esto, sin embargo, no puedo dejar de estar de acuerdo en su crítica al culto a la juventud, en cómo aborda la batalla perdida contra el tiempo y su denuncia (si así puede llamarse) de la soledad del ser humano. El personaje, el Houellebecq escritor, que como bien dices ha creado dentro y fuera de los libros, creo que tiene más de ser extraviado que de impostura. No sé, quizá esté equivocado.
Gracias por lo de Landero y por tu opinión sobre Houellebecq.
Saludos
Gracias a ti, Dempsey. Me alegro de que Landero te haya gustado, y de que hayas empezado por Juegos...es la mejor elección.
ResponderEliminarSaludos,
Blanca