Una cierta vaga idea acerca de este libro fue lo que me llevó a sacarlo de la biblioteca en un día sin demasiadas expectativas por delante. En la contraportada decía algo sobre las librerías de segunda mano, un tema siempre interesante. Al empezar a leerlo vi que se trataba de una historia totalmente cierta, en realidad una transcripción de las cartas que durante más de veinte años se escribieron Helene Hanff, escritora neoyorquina y pobre, y Frank Doel, empleado de la librería londinense Marks & Co., situada en el 84 de Charing Cross Road. A través de estas cartas, siempre breves e ingeniosas, vamos conociendo poco a poco no sólo a sus autores, sino los ambientes que los rodean de un modo delicioso. Miss Hanff es en este aspecto mucho más explícita que el contenido y "british gentleman" Frank Doel, y por ello es que empieza a romper la distancia de las primeras cartas, que hablan sólo de pedidos de libros, para escribir sobre su trabajo, sus gustos literarios, su vida en Nueva York... Frank Doel disfruta con su brillante sentido del humor, que pronto es admirado por todo el personal de la librería, y empiezan a tratar a Helene como si fuera de la familia cuando reciben los primeros regalos desde Nueva York. En los años 50, época de posguerra y racionamiento, los ingleses agradecían maravillados el jamón y los huevos en polvo (?) que Miss Hanff enviaba con tanto cariño. Y así, poco a poco, se prolonga y estrecha una relación epistolar entre dos personas que jamás se vieron, pero se entendieron a la perfección.
Los pasajes más interesantes de esta novelita epistolar (menos de cien páginas) son los que se refieren, claro está, a los libros y a la lectura, es decir, la mayoría. Helene Hanff es una escritora autodidacta, mordaz, que odia la ficción y, más que leer, se dedica a releer con una devoción excepcional. En sus cartas hay pasajes sobre los clásicos ingleses que son una verdadera joya de crítica fina, audaz, despojada absolutamente de cualquier atisbo de pedantería y petulancia... el estilo de la neoyorquina pegada a su máquina de escribir y su paquete de cigarrillos está totalmente alejado de la línea crítica oficial, y más aún debido al canal por donde se transmite: las cartas entre ella y Frank son pinceladas, agudezas que pican aquí y allá y dejan al lector imaginar el resto. Por ello, la lectura de 84 Charing Cross Road resulta muy alentadora e interesante para reflexionar sobre el papel de la literatura en nuestra vida personal y el modo en que nos acercamos a los libros y disfrutamos de ellos. Algo, creo, muy necesario en esta época de vértigo editorial y comercialización en masa.
Después de 84, Charing Cross Road, leo el reverso de la moneda: La Duquesa de Bloomsbury Street, el diario que escribió Helene Hanff los días que pasó en Londres, cuando al fin pudo conocer la ciudad con la que tanto había soñado. Frank Doel estaba muerto y la librería ya no existía, pero ella no cae en la nostalgia de algo que ni siquiera llegó a ver y nos traza en pocas páginas un retrato de la ciudad y sus gentes lleno de ironía y elegancia. Otra joyita de esta mujer maniática y divertidísima de la que todos, en tanto que lectores, deberíamos aprender algo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario