La sensación que deja esta novela de Evelyn Waugh después de su lectura es una mezcla entre curiosidad, amargura y vacío. A pesar de ser considerado como uno de los mejores escritores satíricos ingleses del siglo XX, lo cierto es que Waugh no me ha hecho reír. Tal vez porque nunca he encontrado la gracia a los retratos de la superficialidad de la clase alta que tantos escritores han practicado después de Proust o Musil. No es divertido ver reflejados los prejuicios, la vacuidad y la temeridad irresponsable y despilfarradora de una gente que se aburre e intenta distraerse como puede. Ésta es, básicamente, la trama de la novela de Waugh, un escritor que tuvo una gran popularidad durante su vida (1903-1966), que conoció bien los ambientes adinerados de Inglaterra y se dedicó a escribir sobre ellos. Cuando, en un momento dado, necesitó buscar otros temas o fuentes de inspiración para sus historias, quizá porque él mismo ya estaba aburrido de tanta superficialidad, empezó a viajar. Sus libros de viajes también gozaron de un gran éxito (Labels, de 1930, o Gente remota, de 1931, son algunos ejemplos), así como la trilogía Sword of Honour, que narra su experiencia durante la Segunda Guerra Mundial. La mayoría de sus novelas, para mi sorpresa, están traducidas al español por varias editoriales como Anagrama, Cátedra, Edhasa o Altaya. Curiosamente, todas ellas han sido publicadas después de 1995, como si alguien entonces descubriera a Waugh y todos se lanzaran a publicarlo en español.
Un puñado de polvo (Espasa, 1995) es una novela que sirve, sobre todo, para aprender a recrear una sociedad lejana y desconocida. La narración se sitúa en Londres y sus alrededores durante los felices años 20. Aún no habían llegado ni la Depresión ni la guerra, las clases altas vivían despreocupadamente entre fiesta y fiesta, y el mejor remedio contra el aburrimiento era el chisme, o el adulterio, o ambas cosas. Lady Brenda Last decide seguir este patrón y,después de siete años de matrimonio, se lanza a vivir un romance con John Beaver, un hombre ciertamente sin atributos -para recordar de nuevo a Musil-, cuya meta en la vida es ser invitado a todos los almuerzos y fiestas posibles. Resulta muy triste, y Waugh se cuida bien de que así sea, la carencia de alternativas interesantes que contempla Brenda para salir de la monotonía de su matrimonio. En lugar de intentar encontrar algo que dé un poco de sentido e ilusión a su existencia, decide cambiar la incomprensión binaria por la incomprensión multitudinaria, y se dedica a aparecer junto a su John de fiesta en fiesta. Así, llega un momento en que todo Londres sabe de su amante excepto su propio marido. Tony Last piensa por defecto que su mujer es maravillosa, y ahí reside su error. Dar por hecho una cosa así es siempre peligroso.
La despreocupación irresponsable de esta alta sociedad londinense acaba resultando muy dolorosa, y Waugh muestra de este modo la desintegración y el peligro de la ausencia de valores como el esfuerzo, la humildad o el sacrificio. El castigo llega, como en las fábulas, para quienes no se han comportado bien. Es evidente que Un puñado de polvo no contiene ningún rasgo original, algo que impacte o marque al lector vivamente. Es más bien de una pequeña acumulación de detalles vacuos y decepcionantes lo que provoca al final esa sensación de amargura, y ahí reside el talento de Waugh. Al cerrar el libro y mirarlo con una mueca nos damos cuenta de que el autor ha cumplido su propósito: asquear al lector y concienciarlo de que es mentira eso de que el dinero da la felicidad.
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