5.13.2019

Me llamo Lucy Barton

He descubierto por casualidad esta novela de Elizabeth Strout, que publicó en español hace un tiempo Duomo Ediciones. Me ha gustado mucho la voz de la narradora, Lucy, que basándose en sus recuerdos nos narra varios episodios de su vida a partir de una estancia en el hospital. Sola en su habitación, separada de su marido y sus hijas pequeñas, a los que apenas ve, se dedica a contemplar desde la ventana a la gente que pasea por las calles de Nueva York, el edificio Chrysler de enfrente, iluminado de noche. Hasta que llega su madre para quedarse unos días a su lado. Hace años, quizá demasiados, que ambas no se ven. Entonces Lucy, a partir de las conversaciones con ella (febriles, lacónicas, a veces frustrantes), reconstruye sus recuerdos de la infancia, una infancia marcada por la pobreza y la soledad. El mito del paraíso perdido pierde aquí toda su razón de ser. La infancia puede ser un lugar terrible, nos explica la narradora con una lucidez que rechaza recrearse en el dolor a destiempo. 

Me gusta cómo Luce describe sin juzgar a sus padres, una pareja terriblemente cerrada, incapaz de expresar sus sentimientos, acostumbrada a perpetuar la miseria sobrevenida a lo largo de generaciones. También me gusta cómo indaga en sus recuerdos, de una manera incisiva y libre, sin juzgarse tampoco a sí misma. La protagonista intenta ser precisa pero, a la vez, deja un poso de ambigüedad para que el lector imagine lo que queda y lo haga suyo, para participar así en ese proceso de reconstrucción que supone indagar en la memoria de nuestro pasado.  

Todos los escritores tienen una historia, solo una, que cuentan de muchas maneras, dice Lucy Barton. La suya es esa, la historia de esa madre y de esa hija, y de cómo se reencontraron aquellos días en el hospital, y de cómo fueron incapaces de demostrarse la una a la otra a lo largo de sus vidas cuánto se querían. 

Me llamo Lucy Barton, Duomo Ediciones, 2016, 224 páginas.


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